La navidad está ensombrecida, no en su sentido más profundo, no en la emoción que ocupa el espíritu de las niñas y los niños, pero sí en el ánimo celebratorio. Las malas noticias llegaron una tras otra como ráfaga de perdigones a la vez que vuelve al recuerdo aquellas imágenes en las que nítidamente vimos morir a nuestras hermanas y hermanos del sur. La navidad misia, la desazón, la tristeza, el luto, todo tiene un solo origen: el gobierno capturado y sostenido por mafias de personas sin humanidad, sin responsabilidad ni capacidad. No sería justo decir que solo estos gobernantes de pacotilla son los únicos responsables, de alguna u otra forma todos lo somos. Dejar hacer puede ser tan peligroso como hacer.

Pero no todo está hecho, el gobierno actual caerá y la democracia volverá a germinar (esperemos que en versión mejorada), recuperaremos derechos y se abrirá paso la justicia. Ese es el deseo compartido por muchos, el que diremos en silencio ante el nacimiento navideño que evoca el cambio de era, el pesebre que nos devuelve la esperanza. Porque todo niño o niña representa precisamente la esperanza y al que corresponde nuestro compromiso y responsabilidad de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que sus vidas sean mejores que la nuestra. Y para los no creyentes, tal vez el ambiente navideño los invite a compartir sus pensares y sentires alrededor de la mesa cotidiana renovando deseos para el siguiente año.

Pensar y actuar, no son solo funciones humanas a discreción, son actos con sentido en los que se manifiesta nuestra voluntad y deseo. La acción autómata sin conciencia es resultado de nuestro juicio nulo, de nuestro agotamiento y de nuestro hartazgo: estudiar para obtener los cartones, trabajar para ganar la plata, gastar dinero para satisfacer necesidades, etc. Pero, cuando manifestamos nuestra opinión, nos organizamos, nos movilizamos, entonces tomamos el control de nosotros mismos y nos hacemos parte con otras y otros de una causa común, aunque eso signifique incurrir en la desobediencia. Eso es lo que sucedió en el último año, y eso es lo que en el pasado hizo posible la conquista de nuestros derechos.

Que la navidad no sea blanca porque aquí no hay nieve, que la navidad para las peruanas y peruanos sea roja, blanca, negra, que sea ocasión para juntarnos en familia, que sea motivo de un ejercicio de conciencia, que sea la renovación de nuestros compromisos para con la infancia, que sigue soñando, riendo y esperando nuestro amor, cuidado y respeto. Soltemos nuestro duelo por nuestras hermanas y hermanos que perdieron la vida y los que hoy sufren las consecuencias de balas, perdigones y golpes por ejercer su derecho a la protesta. Lloremos a nuestras hermanas y hermanos asesinados por defender la amazonía, el pulmón más grande del mundo. Lloremos a nuestros familiares y amigos que perdimos en la pandemia y a todos los nuestros que ya no están presentes, pero que igual asisten a la mesa navideña a través de nuestro pensamiento y amor. Navidad puede ser risa y llanto.

Como muchos de ustedes, me afligen estos tiempos oscuros que vivimos como peruanas y peruanos, cuando parece que la desesperanza, la rabia y la tristeza se apodera de nosotros, pero tenemos la enorme capacidad de usar nuestras energías de reserva y no permitir que los gobernantes inhumanos se lleven nuestra capacidad de soñar, de luchar y sonreír. Feliz Navidad en la desobediencia y en la resistencia.