Querida y querido maestro del Perú, nunca como en los últimos años nuestra carrera ha sido tan estigmatizada y puesta en cuestión gracias a algunos educadores que llegaron a altos puestos de poder. Lo que pudo ser un orgullo, hoy nos ocasiona profundo pesar e incluso vergüenza. Los que pudieron dignificar nuestra profesión y procurar leyes que mejoren la calidad de la educación, siguen hoy sirviéndose de los cargos para los que fueron elegidos desde el peor congreso en la historia del Perú. Como si no fuera suficiente, hay educadores que han tergiversado el sentido de los gremios magisteriales usándolos de escudo y fuente de clientelismo político. Son educadores de carrera que nos siguen defraudando, pero no son maestras ni maestros.

El 6 de julio debe ser para todas y todos los que trabajamos al servicio de la educación de las niñas, niños y jóvenes en instituciones educativas de todos los niveles, una fecha para valorar nuestros logros, para reconocer nuestros tropiezos, pero sobre todo para volver a preguntarnos ¿Para qué queremos seguir siendo maestras y maestros del Perú? He ensayado varias respuestas en este contexto de autoritarismo, balas y violencia, cuando la democracia ya no lo es, cuando la educación tiene un lugar insignificante en la agenda política del gobierno de turno. Aquí te comparto.

Seguir siendo maestras y maestros en el Perú de hoy es más que un desafío, es un acto de resistencia y rebeldía que nos toca transmitir a nuestros queridos estudiantes, porque mientras el gobierno se empeña en enterrar la educación sexual integral ahora que se viola mujeres y niñas impunemente, con más energía y creatividad debemos persistir en su enseñanza, pero sobre todo dar el ejemplo, dialogando ante los micromachismos del aula, aconsejando a los estudiantes, dando cabida a sus inquietudes, fortaleciéndolos en el poder sobre sus cuerpos y en la capacidad de autoprotegerse.

Hoy que el gobierno se empeña en cuestionar nuestra memoria y dirigir nuestro pensar y sentir respecto a lo que vivimos durante el conflicto armado interno; hoy que pretenden que se enseñe una historia sesgada del terrorismo, las maestras y maestros del Perú son capaces de gestionar la memoria histórica con las y los estudiantes y sus familias, porque somos conscientes que no es nuestro rol imponer relatos en un aula de clase, que no podemos transgredir la memoria de quienes sufrieron actos terroristas y otras formas de violencia de los partidos en armas, policía, fuerzas armadas y grupos paramilitares. Entonces nos toca contar la verdad completa para facilitar el camino a la paz y a la reconciliación.

Ser maestra y maestro hoy, es afirmarnos en nuestra identidad cultural y en nuestras lenguas orginarias, hoy sobre todo que el racismo y la discriminación la vomitan muchos de nuestros propios gobernantes, autoridades municipales, periodistas y opinólogos. Es cuando toca afirmar nuestras raíces, empatizar desde nuestra identidad indígena, negra, china, venezolana, etc. Para transmitir dignidad y orgullo, honrar a nuestros ancestros y divulgar las culturas que nos habitan ¿Qué mejor clase sobre el racismo y la discriminación que aquella que parte del autoreconocimiento y de la práctica cotidiana?

Ser maestra y maestro hoy, es rebelarnos ante la máscara del falso profesionalismo que pretende dejar fuera la expresión de nuestros afectos. En tiempos de violencia, machismo, xenofobia, aporofobia, misoginia, homofobia, transfobia y todas las formas en que los seres humanos nos odiamos, rechazamos, y transgredimos por alguna razón sinrazón, es cuando más debemos amar a nuestros estudiantes, y amar es respetar, valorar y cuidar.

Recojo aquí la palabra del maestro Javier Malpartida de Abancay: “ahora más que nunca en tiempos de desesperanza e incertidumbre, urge sembrar y contagiar esperanza”, y hacer del aula un lugar bonito, seguro y amoroso y seguir produciendo la chispa mágica que se enciende cuando una maestra o maestro mira a sus estudiantes a los ojos y pone el alma para aprender juntos. Feliz día maestra y maestro del Perú y sigue resistiéndote y rebelándote, porque sólo así haremos bien nuestra labor.